
Ninguna generación como la nuestra ha vivido cambios tecnológicos tan drásticos ni ha debido adaptarse a un mundo que se conecta en milésimas de segundos. La red es un espacio simbólico donde todos tenemos un lugar pero ¿realmente estamos ahí?
El Internet ha dejado una huella imborrable en la historia de la humanidad. Ha revolucionado nuestra era, determina el desarrollo macroeconómico y nos insita a una visión global. En ocasiones, vivimos más ‘conectados’ por una computadora que a través de nuestros cuerpos, como si tuviéramos un mouse integrado a las válvulas coronarias. Obvio, surge una duda: ¿el ciberespacio nos permite estar más cerca o esa cercanía es tan virtual que hemos dejado nuestra calidad de humanos en un teclado?
No hay estadísticas definitivas sobre cuántos entablan contacto emocional en la web o de quienes más ahora viven ‘piel con piel’ a raíz de un acercamiento en línea. Aquellos cibernautas que lo han experimentado, afirman que sienten amor real, afecto fidedigno por quien no es más que una imagen desplegada en la pantalla. Hay parejas virtuales que llegan hasta a tener conflictos y reconciliaciones sin haberse visto en persona. Lo positivo es que este ‘empalme sentimental’ goza del encanto de la disponibilidad. Si no estás de humor para pelear, es simple, no te conectas.
Unos cuantos clicks han cambiado la vida de muchos, han creado un nuevo estilo de socializar y amar. Siempre habrá un debate sobre la autenticidad de esos sentimientos y nuestra capacidad para vivirlos ya que los seres humanos nos comunicamos en un 20 ó 30% en lenguaje hablado y escrito y el resto mediante expresión corporal. Sin embargo, el psiquiatra y psicoanalista Mario Gómez Espinoza de la Universidad Autónoma de México, afirma que este tipo de relaciones, promueven elementos de intimidad y control sobre las propias reacciones; permite a las personas fantasear y expresar sentimientos que cara a cara no lograrían. No obstante suscita, en casos de exceso, conductas de aislamiento que pueden llegar a ser hasta patológicas.
Los sitios con propósitos amorosos o sexuales compiten a diario tanto por el número de consumidores como por las cifras de parejas establecidas a través de ellos. La mayoría ofrecen darte de alta de modo gratuito pero una vez que solicitas perfiles determinados o un encuentro personal, pueden contactarte bajo un costo. No existe legalización total al respecto.
Este es el mundo hoy, una red incansable donde miles de millones de bytes viajan para ser parte de la leyenda del nuevo humano. Se ha convertido en el pilar de la comunicación y ha creado adicción –desde 1995, la psicología reconoce como un desorden mental la adicción al Internet o IAD, ya que origina situaciones
gratificantes rápidas que requieren de repetición–. Ya todos somos un pedacito de ella, la ‘madre red’ ahora nos dota de amigos, pareja y horizontes. Tal vez, le debamos demasiado o tengamos algo a cuenta. Sin duda, nos beneficia pero siempre será necesario rescatar nuestro origen primario, el contacto cuerpo a cuerpo y el sentimiento de ser carne de la naturaleza.
¿No creen? ¿Sienten ciberamor?
Esto y mas el jueves ...............las 12

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